I Take Refuge in God My Love | Me Refugio en Dios, mi Amado

"Sustain me O God as you have promised that I may live,
    And disappoint me not in my Hope!"

For almost ten years these verses have been my refuge, my mantra in difficult times. I know God is always with me. I know it is me who forgets it, and acts as if my life is in my hands or as if I am alone. These words remind me to take refuge in God alone.

On the feast of Saint Benedict, on July 11, I was once again able to repeat these verses together with some members of the monastic community at St. Placid Priory, as I made my Initial Monastic Profession. Two sisters were still in isolation in their rooms and they were unable to attend in person. The celebration was with closed doors, no family members or friends were allowed to join us because of COVID safety. However, I could see my mother, some of my brothers, sisters, friends, oblates and Sr. Lucy as they attended via zoom. It was a bittersweet moment, because I really wanted to hug my mom. She was so close in my heart and on the big screen, but too far to hug her. To receive a kiss or two.

Just one week after becoming a sister at st Placid, I attended (together with Sr​. Raphaela) the 55 & Under Benedictine Sisters meeting at Immaculata Monastery in Norfolk, Nebraska.

Being in the airplane on my way to the meeting I was in awe of the Nebraska landscape. I saw many green squares on the plain ground without hills or mountains and the air was completely covered with gray smoke. Later I learned that it was from the Canadian forest fires. On my way from the airport to the monastery, I didn’t see many trees or wild life, or many birds either. I saw miles of corn and soy beans crops, and a lot of cows too.

We enjoyed Spanish conversations

I was really not very excited to attend the meeting. Thanks be to God that obedience prevailed because I enjoyed it a lot. It was very energizing to be around almost sixty sisters with a lot of ideas and hopes for the future of our Benedictine Way of Life. I made new friends and reconnected with the old ones. Now we have a full year to work each one with their group on our specific project to revitalize our collaboration among communities, to revitalize our Benedictine future. It is great to know and to experience that we Benedictines are part of a bigger family in North America and the whole world. I was able to speak Spanish with some sisters eager to practice their Spanish as a second language and with other sisters whose first language is Spanish.

Benedictine Hospitality was wonderful, but it’s always good to be back home. 

Sister Paz, Prioress Sister Angela, and Sister Sonja

Sostenme, O Dios, como prometiste que viviría,
    ¡Y no defraudes mis Esperanzas!

Durante casi diez años estos versos han sido mi refugio, mi mantra en tiempos difíciles. Sé que Dios siempre está conmigo. Sé que soy yo la que lo olvida, y actúa como si mi vida estuviera en mis manos o como si estuviera sola. Estas palabras me recuerdan que debo refugiarme solo en Dios.

 En la fiesta de San Benito, el pasado 11 de julio, pude repetir de nuevo estos versos junto con algunos miembros de la comunidad monástica del Priorato de San Plácido. Dos hermanas aún estaban en cuarentena en sus habitaciones y no pudieron asistir personalmente. La celebración fue a puerta cerrada, no se permitió la entrada a familiares o amigos para evitar más contagios de COVID. Sin embargo, pude ver que mi madre, algunos de mis hermanos, una hermana, amigos, oblatos y sor Lucy asistieron vía zoom. Fue un momento agridulce porque tenía muchas ganas de abrazar a mi mamá. Veía su imagen en la pantalla y ella parecía tan cerca de mí, de mi corazón y a la vez tan lejos de mí para poder abrazarla. Para recibir un beso o dos. No sé.

Solo una semana después de convertirme en Sor Paz en San Plácido, asistí junto con Sor Raphaela a la reunión de las Hermanas Benedictinas de 55 años y menores en el Monasterio de la Inmaculada en Norfolk, Nebraska.

Estando en el avión de camino a la reunión, me asombró el paisaje de Nebraska. Vi muchos cuadrados verdes en el suelo llano sin colinas, ni montañas y el aire estaba completamente cubierto de humo gris oscuro. Más tarde supe que el humo se debía a los incendios forestales en Canadá. El camino del aeropuerto al monasterio no tiene muchos árboles, ni vida salvaje, tampoco muchas aves. Lo que si vi fue kilómetros y kilómetros de cultivos de maíz y soya, además de muchas vacas pastando.

 Realmente no estaba tan emocionada de asistir a la reunión. Gracias a Dios prevaleció la obediencia porque lo disfruté mucho. Fue muy energizante estar alrededor de casi sesenta hermanas con muchas ideas y esperanzas para el futuro de nuestra de vida como Benedictinas. Hice nuevas amigas y me reencontré con las ya conocidas. Ahora tenemos un año completo para trabajar cada una con su grupo en un proyecto específico para revitalizar nuestra colaboración entre comunidades, para revitalizar nuestro futuro como Benedictinas. Es maravilloso saber y sentir que los Benedictinos somos parte de una familia más grande en América del Norte y en todo el mundo. Además, pude hablar español con algunas hermanas deseosas de practicar su español como segundo idioma y con otras hermanas cuyo español es su lengua materna.

La hospitalidad Benedictina fue genial, pero siempre es mejor estar de vuelta en casa.